En 1968 Jacobo Mogilner le propuso a mi padre Dante asociarse para crear Editora Platense. El primer libro publicado fue un Código Civil anotado y concordado por Samuel Amaral, y a partir de entonces, con cambios en la composición de los miembros de la sociedad y hasta en su denominación (hoy es Librería Editora Platense S.R.L.), luego de la muerte de nuestro padre y el alejamiento de Jacobo, seguimos Eduardo y yo con esta aventura a la que le dedicamos más de cincuenta años de nuestras vidas. Hoy mi hermano ya no está, como todos los días hasta noviembre de este año, en su escritorio, sufriendo los números, lidiando con los libreros, pensando nuevas obras, y aunque su ausencia es sólo física se hace pesante en ese sillón vacío, la cáscara de su hosquedad, las charlas sobre tantas cosas y los tantos silencios.
Me toca con Juan, Nico, Mauro seguir adelante y cumplir el legado de intentar ser honesto y vertical como papá, honrar esta elección de ¿ganarme? la vida, y agradecer a los maestros del Derecho y sus alumnos que nos eligieron para ayudarlos a parir los hijos que fueran sus libros.
Intentar contar la historia de la Editorial sería como hacerlo de la vida de tres generaciones (cuatro si Sabina y Anna continuaran este desafío), y la de tantos que la escribieron, y no sólo con sus libros: fue con su amistad, su amor por el olor a tinta, su poco importarles lo escaso de lo monetario, sus noches despiertos y sus días robados al descanso para dejar en miles de páginas el valioso mensaje de sus ideas para que quienes lo quisieran las tomaran, las analizaran, las dieran vuelta, las discutieran, las enriquecieran, porque sabían que así serían más próximos de sus prójimos, más solidarios por compartir sus saberes con sus otros, más libres al salir de sus adentros y derramarse en los demás. Los autores.
Tiene una buena historia, nuestra Editorial. Y la tendrá.